viernes, 6 de junio de 2014

Caras como evaluación.

Si tuviera que quedarme con una de las nueve caras, la que mejor resume este cuatrimestre para mí es la número 5. Son varios los sentimientos que me transmite: sorpresa, alegría, felicidad, satisfacción, gratitud.

La sorpresa que me llevé el primer día tras la presentación, y el modo de romper el hielo sin duda una anécdota que contaré a mis alumnos cuando los tenga. Pero sin duda, lo que más me sorprendió fue la forma de dirigirse a nosotros y la manera en que realizaba su propia presentación. Todos esperábamos el primer día al profesor que se presenta con su nombre y apellidos (incluso hay algunos que lo escriben con tiza en la pizarra), nos desarrolla el temario de su asignatura y por último su método de evaluación. Pero nos encontramos con todo lo contrario, y de evaluación…de evaluación ni hablar. He aprendido que la evaluación no tiene que ir al final, que la evaluación comienza desde el día 1 hasta el último. Aprobar a todos y quemar los barcos el primer día me pareció algo sorprendente y arriesgado por su parte, y no miento si digo que pensé que esta asignatura sería, hablando mal y pronto, un coñazo.

Sin embargo con el paso del tiempo me he demostrado a mí misma que estaba equivocada. Y digo que me he demostrado porque usted pone los medios, los mejores si me lo permite, pero soy yo quien hace o deja de hacer las cosas. A eso me refiero con alegría y felicidad. No he sentido nunca ningún tipo de presión, ni plazos de entrega, ni quejas sobre el trabajo sino todo lo contrario. Trabajar con un grupo que tú mismo eliges, con las personas que te apetezca, y hacerlo a tu ritmo y dejándote toda la responsabilidad de tu trabajo sobre ti haciéndote protagonista en él. Lo llamo trabajo como podría hablar de aprendizaje, eso es lo que esconde cada proyecto y lo que puedo decir que me llevo conmigo.

Por otra parte hablo de satisfacción, la del trabajo realizado y lo aprendido. Nunca he sabido si estaba en clase de didáctica, organización o TIC y nunca me ha importado. Tampoco sé si lo que he aprendido es didáctica, organización, TIC o una mezcla de las tres, pero sé que lo he hecho. Al fin y al cabo lo que menos importa de la enseñanza son los contenidos, aunque sean ellos la base en la que se apoya todo lo que viene después. Es decir, enseñar lo que verdaderamente importa. Como ejemplo puedo poner la clase del examen sorpresa. Cuando me vi delante de un examen en el que se planteaban preguntas sobre temas que había dado durante mi vida escolar y sentí la impotencia de no saber contestar apenas 2, es algo que me impactó muchísimo. Pero saber cómo es el clima de la sabana, lo que es una sinalefa, o lo que se consiguió con la paz de Habsburgo no era lo que teníamos que aprender. Teníamos que aprender que los exámenes no sirven para nada sino para jerarquizar y desechar de la educación a los no aptos, que las notas no son ni serán objetivas, en definitiva que el aprendizaje no se puede medir. Y personalmente, que era una completa ignorante de lo que era la palabra aprendizaje y que sin duda me quedaba mucho que aprender. Una masterclass, sin duda.

Y por último hablo de gratitud, gratitud hacia profesores como usted que verdaderamente les gusta lo que hacen y luchan por cambiar la educación. Ahora sé que el buen maestro no es aquel que tiene vocación sino aquel que se involucra, busca, investiga, se informa, se actualiza, y principalmente actúa bajo sus principios y sus convicciones. Y aunque una vez leí que tener un buen maestro no debe ser cuestión de suerte, yo creo que la hemos tenido.

 

Gracias y buena suerte.

 

 

Y que conste que prometo quemar los barcos.

1 comentario:

  1. A ti, Cristina, gracias a ti, a vosotros y a vosotras.
    Cuidado con quemar los barcos antes de tener claro hacia dónde debes ir…
    Mucha suerte.

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