viernes, 6 de junio de 2014

Caras como evaluación.

Si tuviera que quedarme con una de las nueve caras, la que mejor resume este cuatrimestre para mí es la número 5. Son varios los sentimientos que me transmite: sorpresa, alegría, felicidad, satisfacción, gratitud.

La sorpresa que me llevé el primer día tras la presentación, y el modo de romper el hielo sin duda una anécdota que contaré a mis alumnos cuando los tenga. Pero sin duda, lo que más me sorprendió fue la forma de dirigirse a nosotros y la manera en que realizaba su propia presentación. Todos esperábamos el primer día al profesor que se presenta con su nombre y apellidos (incluso hay algunos que lo escriben con tiza en la pizarra), nos desarrolla el temario de su asignatura y por último su método de evaluación. Pero nos encontramos con todo lo contrario, y de evaluación…de evaluación ni hablar. He aprendido que la evaluación no tiene que ir al final, que la evaluación comienza desde el día 1 hasta el último. Aprobar a todos y quemar los barcos el primer día me pareció algo sorprendente y arriesgado por su parte, y no miento si digo que pensé que esta asignatura sería, hablando mal y pronto, un coñazo.

Sin embargo con el paso del tiempo me he demostrado a mí misma que estaba equivocada. Y digo que me he demostrado porque usted pone los medios, los mejores si me lo permite, pero soy yo quien hace o deja de hacer las cosas. A eso me refiero con alegría y felicidad. No he sentido nunca ningún tipo de presión, ni plazos de entrega, ni quejas sobre el trabajo sino todo lo contrario. Trabajar con un grupo que tú mismo eliges, con las personas que te apetezca, y hacerlo a tu ritmo y dejándote toda la responsabilidad de tu trabajo sobre ti haciéndote protagonista en él. Lo llamo trabajo como podría hablar de aprendizaje, eso es lo que esconde cada proyecto y lo que puedo decir que me llevo conmigo.

Por otra parte hablo de satisfacción, la del trabajo realizado y lo aprendido. Nunca he sabido si estaba en clase de didáctica, organización o TIC y nunca me ha importado. Tampoco sé si lo que he aprendido es didáctica, organización, TIC o una mezcla de las tres, pero sé que lo he hecho. Al fin y al cabo lo que menos importa de la enseñanza son los contenidos, aunque sean ellos la base en la que se apoya todo lo que viene después. Es decir, enseñar lo que verdaderamente importa. Como ejemplo puedo poner la clase del examen sorpresa. Cuando me vi delante de un examen en el que se planteaban preguntas sobre temas que había dado durante mi vida escolar y sentí la impotencia de no saber contestar apenas 2, es algo que me impactó muchísimo. Pero saber cómo es el clima de la sabana, lo que es una sinalefa, o lo que se consiguió con la paz de Habsburgo no era lo que teníamos que aprender. Teníamos que aprender que los exámenes no sirven para nada sino para jerarquizar y desechar de la educación a los no aptos, que las notas no son ni serán objetivas, en definitiva que el aprendizaje no se puede medir. Y personalmente, que era una completa ignorante de lo que era la palabra aprendizaje y que sin duda me quedaba mucho que aprender. Una masterclass, sin duda.

Y por último hablo de gratitud, gratitud hacia profesores como usted que verdaderamente les gusta lo que hacen y luchan por cambiar la educación. Ahora sé que el buen maestro no es aquel que tiene vocación sino aquel que se involucra, busca, investiga, se informa, se actualiza, y principalmente actúa bajo sus principios y sus convicciones. Y aunque una vez leí que tener un buen maestro no debe ser cuestión de suerte, yo creo que la hemos tenido.

 

Gracias y buena suerte.

 

 

Y que conste que prometo quemar los barcos.

domingo, 18 de mayo de 2014

Enseñar, aprender dos veces.



Hace unos días leí un comentario en el que una mujer, no sé si vinculada a la educación o no, afirmaba que cada vez tenemos peores profesores porque hay peores alumnos. Además del contenido de la frase en sí, me sorprendió la rotundidad con la que lo afirmaba, argumentando que ni siquiera se podía hablar de aprendizaje porque el problema ya no era si medirlo o no, sino que ni siquiera existía. Es decir, hay profesores “malos” porque cuando fueron alumnos los han enseñado mal. Entendido así la educación sería como un círculo vicioso, a mi juicio, en el que sería difícil salir de él.

¿Quiere decir esto que a lo largo de toda la historia se ha enseñado mal? O dicho de otra manera ¿Son mejores los alumnos y los profesores de antes que los de ahora?

Podemos juzgar o criticar el sistema educativo actual, pero entrar en generalizaciones tan amplias es un error. Nadie puede saber si antes se aprendía más o menos que ahora, ni si los profesores que había eran mejores o peores que los actuales. Han existido profesores formados en y para el siglo XIX y existen profesores formados en y para el siglo XXI. La forma de enseñar, los contenidos, la metodología e incluso los objetivos no son los mismos porque la educación como casi todo en la vida sufre modificaciones, variaciones, cambios o llámese como quiera.

Pensar que ahora los profesores no tienen “mano dura” con los alumnos porque hace 100 años funcionaba eso de pegarles con una regla no quiere decir que sea lo mejor.

Pensar que saber sumar o restar, o saberse la tabla del 9 “de carrerilla” es imprescindible en la vida porque antes lo fue, no quiere decir que lo sea ahora.

Pensar que los alumnos de antes eran más disciplinados porque antes de entrar a clase se rezaba el padre nuestro y no se sentaban en la silla hasta que lo hiciera el profesor, no quiere decir que lo sea ahora. Oigan, no se confundan, lo fue para aquel momento.

Probablemente hace 100 años era impensable tener una pizarra “táctil” y utilizaban tiza y borrador porque era lo que existía o más bien lo que había. Con esto quiero decir que la educación debe estar adaptada al momento que vive. No podemos o mejor dicho, no debemos seguir enseñando con escuadra y cartabón cuando vivimos en la llamada “era tecnológica”.  En mi opinión, llegará un momento en el que la tecnología nos acabará absorbiendo si difícilmente no aprendemos a vivir con ella.  

En cualquier caso, generalizar que TODOS los profesores son malos y meterlos a todos en el mismo saco me parece injusto. No cabe pensar que quizás el profesor no se entienda con los alumnos o no tenga una gran capacidad para transmitir aunque sea una persona con grandes conocimientos. Puede incluso que sea un experto en su materia, que además investiga, se actualiza, pero no sepa como motivar a sus alumnos. Mejor pensar que el profesor es malo y ya. Lo que si he podido apreciar a lo largo de mi vida estudiantil con respecto a los profesores es que el buen profesor ama la asignatura que imparte. Le gusta, le interesa y le importa. El buen profesor hace llegar a sus alumnos (tanto a los brillantes y a los inicialmente indiferentes, como “al tontito” que se metió en esta carrera tras una ESO mediocre y un bachillerato sin pena ni gloria que no le daba para otra cosa) esa fascinación que él siente, ese interés por la materia que imparte. Yo misma he entrado en una clase pensando en algo y he salido pensando totalmente lo contrario. Pero no sólo eso, sino que además tenía argumentos para defenderlo. Creo que es ahí precisamente donde radica la diferencia entre unos profesores y otros. Aún así, no podemos afirmar con tal alebosía que cada vez hay peores profesores porque hay peores alumnos. Creo que que ser un buen maestro va mucho más allá de haber sido un buen alumno. Como mi propio blog se titula, la educación de hoy, la educación de ayer... ¿la educación de siempre? La respuesta es obvia.  

“El educador mediocre habla. El buen educador explica. El educador superior demuestra. El gran educador inspira”. Maruja Torres

martes, 6 de mayo de 2014

Evaluación, no calificación.


Enseñar y aprender sin calificaciones ni suspensos ni controles, así se titula el artículo de Paco Espadas el cual me gustaría analizar. Que sin calificaciones nadie aprendería en la escuela, es una de las afirmaciones más generalizadas  y en mi opinión, absurdas, que ha existido siempre y existirá en la educación. ¿Quiere decir esto que no hay una alternativa? ¿Dependen las personas de una nota para ser alguien o no ser nada?
Paco Espadas aporta seis razones en contra de las calificaciones. La primera de ellas, "la calificación resuelve por eliminación los problemas del aprendizaje". Ignorancia., eso es lo que más se fomenta en la escuela. Y se fomenta, pienso, por culpa de las calificaciones. Con las calificaciones se elimina la curiosidad, el interés por aprender, se fomenta la competividad, el interés por aprobar. De esta manera no se resuelven los problemas del aprendizaje, estamos creando aún más.
Sobre la segunda afirmación, "es imposible calificar con un mínimo de rigor". He llegado a ver  a profesores de letras que impartían asignaturas como lengua o historia y eran capaces de calificar un examen con un 4,73 o un 7,56. Si ya se me hace dificil que un profesor de matemáticas llegue a puntuar un ejercicio con dos decimales, en casos como este me resulta aún más dificil, realmente imposible. Perseguimos así una meta quimérica e injusta que no obedece en ningún caso a la enseñanza ni al aprendizaje y que únicamente persigue la eliminación de los "no aptos". Todo el mundo es apto para aprender, el problema es que la sociedad en la que vivimos sólo tiene hueco para aquellos que sobresalgan de los demás, los sobresalientes y, si sobra un poco de espacio, para los notables.
La tercera afirmación "La cultura de la calificación eleva a categoría pedagógica el conocimiento más anecdótico". Más que evaluación, yo lo llamaría calificación. Son dos términos que no tienen absolutamente nada quev er. Lo que más me llama la atención es que el diccionario de la Real Academia Española inserta en dos de sus definicione de evaluación  la palabra examen:
 
evaluación.
(De evaluar).
1. f. Acción y efecto de evaluar.
2. f. Examen escolar. Hoy tengo la evaluación de matemáticas
 
 
No podemos confundir evaular con calificar. Calificar es poner una nota, ¿a caso el aprendizaje se puede medir?  Que sea calificable no quiere decir que sea evaluable, y el aprendizaje no lo es.
Otra afirmación en contra de las calificaciones que aporta Paco Espadas es "calificar perjudica el proceso de enseñar y aprender". El hecho de poner notas hace que todo vaya hacia el aprobado y no hacia el aprendizaje en sí. El proceso por el cual el alumno pasa se difumina, no tiene valor porque lo único que vale es el resultado. Es como si hoy estás en el escalón uno y mañana subes seis, lo importante no es como has logrado conseguir subir esos escalones sino que has subido al escalón siete. La utilización de las notas dependen en gran medida del profesor. Entre éstos hay un perfil de profesor (todavía muy extendido), el de aquel que construye su autoridad en torno a su forma de calificar, para, así, ganarse el respeto por aprobar a pocos y servirse de la creencia de que su asignatura es difícil y él muy riguroso. Un clásico. Lo que no abunda es el uso de las notas como parte del proceso formativo del alumno. Es decir, debemos tomar la evaluación como un medio y no como un fín en sí misma.
Comparto especialmente con el autor la quinta afirmación, "la calificación es especialmente injusta con los menos favorecidos". No es que la calificación sea especialmente injusta, sino que las calificaciones surgen del deseo de seleccionar, clasificar y por último desechar a los menos favorecidos. Las diferencias de capacidad, habilidad u origen social no deben ser motivos de segregación sino todo lo contario. Es en esas personas donde el sistema educativo debe poner aún más empeño o concentrar más esfuerzos. Quitarse de encima a los peores estudiantes puede que mejore el nivel de los que quedan, pero en nada contribuye a elevar el del conjunto de la sociedad.
Sobre la última afirmación "la calificación resulta absolutamente ineficaz como «disuasión» e inadmisible como castigo". El que no todos los estudiantes obtengan el título de graduado es una injusticia. En mi opinión el aprendizaje debe estar exento de titulaciones. Castigar o sancionar a una persona con la negativa de la titulación después de 4 años me parece una venganza y una injusticia. No hay mayor desigualdad e injusticia que considerar igual lo que no lo es.
 
¿La alternativa?
Para mí personalmente existe una alternativa que engloba a todas las mencionadas por Paco Espadas.
Hay que preocuparse mucho más por la educación que por la evaluación y lo demás, vendrá sólo.
 

Camus, Albert: "La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas."
 
 

 

 
 

domingo, 20 de abril de 2014

Enseñar: ayudar a aprender

Me dispongo a realizar una reflexión sobre el artículo de Ángel I. Pérez Gómez "Enseñar: ayudar a aprender".
En primer lugar me quería centrar en la pregunta que plantea el autor ¿Qué significa enseñar en la era digital?
En una realidad cambiante, caracterizada por el uso cada vez más generalizado de las tecnologías en todas las actividades humanas, resulta necesaria la adquisición de nuevas competencias personales, sociales y profesionales por parte de todas las personas, y el ámbito educativo no es una excepción. La educación, por su parte, requiere de una actualización continua para dotar a los jóvenes de las competencias necesarias. La integración de las TIC en las aulas ha sido y es fundamental en este proceso de renovación en el que el profesorado juega un papel protagonista. La formación del profesorado de este modo, se convierte en el factor clave para el proceso de cambio. Es decir, el cambio debe tener como punto de partida dicha formación. Si pretendemos seguir enseñando utilizando los mismos métodos y estrategías, y evaluando según los resultados obtenidos en exámenes y pruebas, en la era digitial es misión imposible. El docente en la actualidad dispone de una amplia variedad de recursos tecnológicos que hacen posible realizar su tarea de una manera más directa, didáctica y enriquecedora para el alumno sin necesidad de que este se aburra. Ello conlleva que el docente en su previa formación reciba toda la información y sea preparado para llevar a cabo dicha tarea. Según Pere Marqués, la motivación del profesorado y su actitud positiva hacia la innovación con las TIC se incrementa a medida que aumenta su formación instrumental, didáctica y descubre eficaces modelos de utilización de las TIC que pueden reproducir sin dificultad en su contexto, ayudándole realmente en su labor docente.
Otro aspecto a destacar es la función de los docentes en la actualidad. Comparto la opinión del Sr. Ángel I. Pérez Gómez, los docentes en la era digital son más necesarios que nunca. Es cierto que el profesor ha dejado de ser la principal fuente de conocimiento ya que a través de la tecnología cualquiera puede tener acceso a ella, pero no significa que deje de serlo. En mi humilde opinión, hay muchas cosas que un ordenador no nos puede enseñar, valores como el respeto o la tolerancia o aprender a pegar a una puerta antes de entrar. Mucha gente podrá pensar que para eso ya está la familia, pero desgraciadamente no todas las personas que acuden a la escuela tienen una.
El docente en la actualidad asume el papel de estimulo, provocación, testimonio, acompañamiento y guía del aprendizaje personalizado de todos y cada uno de los estudiantes.
Argumenta el autor que la formación del docente no es problema de nivel, sino de orientación, sentido, consistencia y relevancia de lo que se enseña y aprende en la escolaridad. Es cierto que si el contenido se reduce a la memorización y reproducción de información, es lógico que dicha información acabe olvidándose.
En el año 2007, "Mckinsey & Company" publica una investigación sobre las características de los sistemas educativos en los países con mejores resultados en la prueba PISA. El estudio encontró tres rasgos comunes a estos países:
  • Todos ellos seleccionan a los mejores docentes.
  • Apoyan su desarrollo y formación;.
  • Garantizan la mejor educación posible a todos los niños.
El estudio confirmaba así que uno de los principales indicadores de calidad educativa en un país es la calidad en la formación y aprendizaje permanente de sus profesores. Es importante que la formación de los profesores no acabe cuando finaliza su carrera, sino que sigan formándose. Actualmente en un contexto cambiante como es la educación, la formación debe ir desarrollándose acorde a esa evolución. En ningún caso el cambio debe ir orientado a fortalecer la adquisición y reproducción memorística de información, sino al desarrollo de las competencias profesionales teóricas y prácticas.
Por último, me gustaría hablar sobre la fobia hacia la profesión docente de algunas personas. Comparto con D. Ángel I. Pérez que es producto de la ignorancia de esas personas que son incapaces de pararse a pensar que todas las profesiones nacen de la docencia. El profesor prepara o mejor dicho, ayuda a aprender a ingenieros, abogados, médicos... Creo que el reconomiento a esta profesión y más aún en la actualidad debe ser mayor del que se le otorga.




"Yo no enseño a mis alumnos, solo les proporciono las condiciones en las que puedan aprender" Albert Einstein

sábado, 12 de abril de 2014

Por ensayo y por error.

¿Se puede saber ser médico antes de ser médico?
¿Se puede saber ser abogado antes de ser abogado?
¿Se puede saber ser maestro antes de ser maestro?

Mi respuesta ante las primeras dos cuestiones es afirmativa, es decir, es imposible tener un médico que no sepa qué recertarnos ante cualquier enfermedad, ni un abogado que sepa como defendernos ante un juicio. Sin embargo, cuando hablamos de enseñanza parece que todo es a la inversa.
¿Realmente salen preparados los estudiantes de magisterio para ejercer tal profesión? Es decir, ¿saben ser maestros antes de serlo?
Personalmente, creo que se aprende a ser maestro desde que vemos a nuestro primer maestro. Podemos ver como casi todas las personas recuerdan con cariño a su "seño" o "profe" de infantil. Tienen un recuerdo bonito de sus primeros años en la escuela. ¿Y por qué esto no se mantiene con el paso de los años? ¿Por qué no podemos recordar a nuestros profesores de primaria como personas que hicieron de nosotros las personas que somos?
He llegado a escuchar a niños hablar de la escuela como si se tratase de una cárcel. Niños que incluso odian ir a la escuela. Algo lógico y normal dado que se pasan 6 horas sentados escuchando como el profesor te suelta esa larga charla sobre la I Guerra Mundial o te manda 20 ejercicios para que aprendas las ecuaciones de primer grado como si fuese tu nombre.
Como pretendemos hacer una enseñanza según dice el señor Wert "De calidad" si los profesores siguen trabajando del mismo modo a como lo hacían hace 20 años. La solución no es cambiar contenidos, ni programas, ni realizar las famosas reválidas, la solución pasa por cambiar la manera de transmitirlos, y la persona capaz de eso es el profesor.
La formación del profesorado de este modo, se convierte en una pieza fundamental. Los profesores en y con su labor deben hacer que los alumnos quieran ir a la escuela.
"Un profesional de la educación, se forma en la actualidad para que sea un profesional de la enseñanza y el aprendizaje no para ser wikipedias vivientes", y así es. Actualmente en la llamada era digital la figura del profesor se convierte en LA pieza clave del proceso de enseñanza-aprendizaje. Anteriormente el profesor era el poseedor del conocimiento, aquella persona encargada de transmitirnos todo lo que sabía. Por suerte o por desgracia ya no, el profesor es ahora el encargado de facilitar ese conocimiento, se convierte por tanto en el guía de nuestro aprendizaje.
Flaco favor le estamos haciendo a la educación si con la gran variedad de recursos tecnológicos que disponemos seguimos enseñando con tiza, escuadra y cartabón. Con esto no digo que los profesores no tengan que aprender contenidos, sino que sólo con eso no es sufiente. 
Deben enseñarnos por tanto en nuestra formación como maestros a saber donde indagar si nos surge algún problema de información concreto, a dominar todas las herramientas que hagan posibles un mejor aprendizaje.
Por otra parte, nos encontramos un problema adicional. Tras 4 años de formación el porcentaje de personas que superan las oposiciones es muy bajo. No es problema de nivel, es problema de orientación, sentido, consistencia y relevancia de lo que se enseña y aprende en la escuela. O mejor dicho, de como se enseña. Nos han inculcado desde pequeños que debemos estudiar para aprobar, a sacar un 10 en todos los examenes (porque sacar un 5 no está bien visto). La diferencia entre el 10 de una persona y el 5 de otra no es que sea más listo o más inteligente, sino que simplemente lo memorizó mejor o ni si quiera lo memorizó. Incluso puede que la persona que sacó un 5 haya comprendido lo que estudió (aunque en el boletín de notas ponga SUFICIENTE). ¿A caso se puede saber si lo que se estudia es suficiente, insuficiente o inluso sobresaliente? Mi respuesta es clara, NO.
NO se puede saber si lo que se estudia es suficiente porque nunca será suficiente. Rectifico, suficiente para aprobar si.
Se puede saber si lo que se estudia se entiende, se aprende, se comprende... si lo que se estudia NOS SIRVE. Pero resulta que aquella pregunta que te hicieron te la vuelven a hacer en unas oposiciones y no sabes que responder porque lo memorizaste y se te ha olvidado. Osea que para algo que estudias y te sirve, no lo recuerdas.
Y no acaba ahí, sino que problamente y con toda seguridad cuando consigas ser profesor/a y tengas tu puesto de trabajo como docente enseñarás y evaluarás como te evaluaron a ti, porque nos han hecho creer que es "lo normal" o la mejor forma de hacerlo.
Por otra parte, nos encontramos con una formación que para ser sobre una profesión práctica, poca práctica ofrece. La teoría es importante pero no lo es todo. Apuesto por una formación que combine teoría y práctica en las aulas, continua, permanente, actualizada. El profesor es una de esas personas que debería estar en todo momento actualizado, preparado para encontrar soluciones a los problemas que se le plantean, de indagar y proporcionar a sus alumnos todas las herramientas necesarias.
Me resulta contradictorio e incoherente las personas que se burlan de esta profesión, que la tachan de "facilona". Personas que estudían ingeniería, periodismo, derecho... ¿A caso los que les enseñan no se llaman profesores? Realmente, ¿pintan y colorean? Algunos deberían cuestionar su fobia hacia la profesión docente y darse cuenta que si están estudiando una carrera, un master o incluso están trabajando es gracias a los docentes. El profesor es tan importante en nuestras vidas como puede serlo un médico, solo que a los médicos SI se les reconoce su labor.
Realmente creo que a las personas que se quieran dedicar a la docencia se las debería tachar de valientes. Dedicarse a una profesión sin reconocimientos, ni ascensos de ningún tipo, y tan infravalorada como la docencia no es nada fácil.
Se aprende a ser maestro por ensayo y por error. Que nos den la oportunidad de equivocarnos.
 
 
"Y, junto a mí, veo a un nutrido grupo de colegas, en las zonas rurales más apartadas y en los barrios más conflictivos, orgullosos de ser profesores, trabajando día a día por mantener en
nuestra sociedad los valores de la cultura y el progreso...Entre ellos hay valiosos maestros de humanidad:hombres y mujeres empeñados en enseñar a sus alumnos a enfrentarse consigo mismos desde la Educación Infantil hasta la Universidad " Jose M. Esteve






Debe ser que quiero ser maestra.


lunes, 7 de abril de 2014

Hay que coger ese tren

Solemos decir que, en la vida, hay trenes que no hay que dejar pasar. Esta afirmación que tanto usamos en conversaciones coloquiales, cuesta mucho que pase a formar parte de la cultura del quehacer en las aulas. La legislación conforma y forma una peculiar manera de actuar del profesorado. La autonomía, y la visión positivista del diseño de la programación de cada profesor en su aula, no es la que ha predominado en las últimas décadas. Sin embargo, cuando tímidamente nos asomamos a esa “ruptura” de un quehacer marcado por un texto único en el aula, a sus páginas de ejercicios y, cada ciertos temas, a un examen escrito en fotocopia, surge la emoción que nos embarga a todos. No se trata de hacer en las aulas lo que nos de la gana, sino de buscar alternativas diferentes de aprendizaje. Nos hemos adentrado en un panorama educativo donde el profesor ya no es el único poseedor de conocimiento, sino que ahora la función del profesor va mucho más allá de eso. No es que el profesor deje de tener razón, sino que puede ser cuestionado, es decir, no tiene por qué poseer la verdad. Es cierto que no podemos enseñar lo que nos de la gana, pero tenemos en nuestras manos la posibilidad de romper con lo que ha predominado hasta ahora. Creo que deberíamos promover la calidad de la enseñanza desde el punto de partida de promover la autonomía del profesorado. Diseñar medidas que aseguren ésta por parte de la Dirección de los mismos, o incluso a niveles superiores.Los departamentos de los Centros de Enseñanza deben ser instrumentos que aseguren un trabajo mínimo común, elaborando criterios de actuación y propuestas pedagógicas variadas en todos los sentidos. Los profesores tienen cualidades diferentes, motivaciones e inquietudes distintas, visiones que confluyen a unos o difieren en otros. En mi opinión, debemos usar todas nuestras capacidades para que nuestros alumnos se aprovechen de nosotros lo máximo posible. Quizá si todos realizamos lo mismo no baste para explotar todo ese potencial que tenemos, porque hay cosas que precisamente se nos dan mejor que otras, hay determinadas herramientas con las que nos sentimos más cómodos o simplemente manejamos mejor.La coordinación entre el profesorado es fundamental, el ritmo de enseñanza, el seguir criterios conjuntos, etc. Pero creo que estamos en una línea muy delgada que separa la calidad de la enseñanza de simplemente no crear comparativas o diferentes expectativas, muchas veces sobre todo hacia los padres. Y ésta no es la enseñanza en la que yo creo. Yo creo en la excelencia, en la exigencia y en los retos. Valoro a aquellos profesores que dedican su tiempo a preparar sus clases y son capaces de extraer lo máximo de los alumnos . Admiro a aquellos que están profundamente implicados en su actividad profesional. La autonomía del profesor como calidad de la enseñanza es ser imaginativo y poder llevar a cabo esa idea. Es no depender de que, dentro de unos parámetros, se acepte o no su idea. Que viva o muera. Es no caer en una monotonía que desanima, que no lleva a la evolución de la enseñanza. En unos tiempos nunca vividos, se han de desarrollar metodologías quizá nunca llevadas a cabo, nunca imaginadas, nunca creadas. Se ha de tener autonomía para ser creativo. Y sobre todo, se ha de permitir fallar, porque de la búsqueda de soluciones nacerán nuevos proyectos.Firmemente creo en la autonomía del profesorado, enriquecida por la formación continua y permanente  y como base de la autonomía de los centros de enseñanza, que aplaudan las ideas originales y las ganas de trabajar y mejorar.


No podemos dejar de pasar este tren.

martes, 25 de febrero de 2014

Algo que aprender




Como reflexión al artículo de Paco Espadas titulado "Algo que aprender", en dicho artículo el autor plantea dos interesantes preguntas que me gustaría responder. Respecto a la primera pregunta, ¿la enseñanza origina el aprendizaje?. Debemos decir que (por desgracia) no siempre que se trata de enseñar se consigue aprender. El profesor es el principal responsable de despertar en el alumno la motivación y desarrollar en él sus capacidades de aprendizaje. Extingamos a esos profesores transmisores de información cuyo único objetivo es terminar el temario y cambiémoslos por aquellos cuya motivación es conseguir que el alumno aprenda, crear posibilidades en lugar de transferir conocimiento. El sistema educativo actual está basado en la Revolución Industrial, donde los trabajadores tenían que especializarse en un trabajo mecánico, y para ello debían repetirlo una vez tras otra hasta memorizarlo. Dificilmente lograremos el aprendizaje si no fomentamos la curiosidad, puesto que es aquella que genera en el ser humano el movimiento hacia el conocimiento. Esto tendría que ser una frustración en el trabajo para los maestros/as que han estudiado una carrera que,según dicen,se estudia por vocación. De nada sirve llegar a clase, recitar apuntes, y que cada uno de los alumnos se los estudie porque la semana que viene se les habrá olvidado. Algo lógico y normal dado el modelo de evaluación que predomina en el el actual sistema educativo, más preocupado por los resultados que por el proceso de aprender en sí. Lo que debemos saber es que tener un buen maestro no debe ser cuestión de suerte sino una obligación.
Respecto a la segunda cuestión, ¿aprender es un deber o primordialmente un derecho? Aprender es un deber puesto que el desarollo de cualquier país depende única y exclusivamente del desarrollo de sus ciudadanos. La sociedad necesita de persónas que les guste lo que hacen,que sean ambiciosos,que tengan futuro, en definitiva, que vayan siempre más allá. Aprender es un derecho primordial que tiene todo ser humano, satisfacer necesidades básicas de aprendizaje tanto dentro como fuera del sistema escolar. Por otra parte, ejercer la curiosidad es uno de los derechos que tendrían que tener maestros/as. El derecho a la curiosidad, a la pregunta y a la respuesta, a la duda, a pensar y argumentar, a equivocarse, a ser consultado y a participar, a expresarse espontáneamente y con libertad, a ser escuchado y respetado en sus opiniones, a discrepar, a imaginar y crear, a aprender a aprender. Aceptar que desconocemos algo es el principio que nos impulsa a buscar aquello que complete nuestro saber y, en última instancia, que nos ayude a completarnos en el sentido que nosotros deseemos.







"El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío” Horace Mann (1796-1859)